A MODO DE INVENCIÓN. PRESENTACIÓN

Aquí comienza una aventura fascinante: la aventura del saber. Ese saber que no necesita justificación ni finalidad, y que proporciona, para lo que lo saborean, un inmenso placer. Un saber que es un modo de vida, y que es más importante que los conocimientos que aporta. "Corazón tiene el que mira el abismo, pero con orgullo", decía Nietzsche. Así que... ¡Atrévete a saber!


jueves, 10 de noviembre de 2011

Dolor de jazz (2)

Segunda Dosis (1ª Parte)

            Mecía la noche ciudadana una suave brisa de final de verano. Con la bajada de la temperatura, pasear se convertía en un deber moral, pero los bares y los pubs estaban repletos. Turistas de su propia ciudad, los barceloneses perpetuaban la irrealidad estival de las vacaciones mensuales, cuando el placer infinito se confunde con la buena vida. De vuelta, transcurrían siempre unos días maravillosos donde los sufrientes y por siempre ciudadanos (y por inercia los recién llegados y los extranjeros de visita, todos despistados y siguiendo el barullo) asentían ante todo acto cultural al que tuvieran ocasión de ir o al que asistiera la conocida de un conocido. Los amores del invierno comenzaban, casi siempre, en septiembre. Cuando caen las flores de las sienes y el cuello se tensa y se encoge, sonrojado y como intimidado por un imprudente público que hiciera agujas de sus ojos. Es entonces cuando Pilar conoce a Pep y Joan a Carmencita, al resguardo de una charla o un recital poético las menos veces, después del cine o durante un concierto animado y pegadizo la mayoría. Lugares calientes donde permanecer tras el renacimiento que suponen los meses del estío, como los brazos perennes que rodean al bebé después de ser arrancado del seno materno. El verano.  Reverbera dulcemente en el otoño, e impulsa el instinto de agarrar mano ajena buscando el calor perdido y el contacto, la confirmación de un paraíso anhelado que quedó atrás, los balbuceos y sonrisas aniñadas de unos pre-amantes que temen la piel picada del invierno. Una cantautora, una banda de blues, flamenco o su frontera… siempre leche materna y el candor en sus caras. Un concierto de free jazz.

-         ¿Por qué no? Vamos a ir todos

Más que curiosidad, era la llamada al placer de una aventura ciudadana.

            Para Barcelona, ciudad europea, el free jazz era un montón de músculos ejercitándose con ansias de perfección, la del negro inventando una historia en cada fraseo e intentando llenar lo absoluto. Era la demencia, justificada por un instinto de éxtasis “de cuando las hierbas mágicas y las danzas grupales alrededor de una hoguera”, se oye comentar por teléfono para convencer al amigo de que el Day Jazz era una magnífica opción para esa noche. “He escuchado al grupo en Myspace, y empiezas a fliparlo desde el principio, puro entusiasmo anárquico en el sentido de Bakunin: la armonía perfecta” o “es la devastación de la fila india: como si todos fuéramos del brazo hacia una línea de funcionarios situada enfrente y habláramos al mismo tiempo con uno de ellos pero entendiéndonos, sellando cada cual su papel”. El amigo, al que todo esto le sonó a verborrea más que a una realidad concreta y al que además no gustó la última imagen burocrática, preguntó:

-         Pero, ¿va la salmantina? Si así al fin la conozco…

Y claro, la salmantina tiene buen gusto.

            Intrépido y arriesgado, el Day Jazz fue local pionero en no permitir fumar dentrode un establecimiento, cuando la ley dio opción a los empresarios en un país asustado de su propio nivel de vicio. Situado en el hígado del Gotic, junto a la plaza Real, alberga una enorme diversidad de tipos humanos, donde predominan intelectuales con toda clase de subgéneros (bohemios eruditos, abogados pero sensibles, jóvenes pero viejos, centristas ladeados); algún cartero ocurrente; unos treintañeros con beca de doctorado, otros que ya detestaban en los 60 los guateques horteras españoles de los 60, pero que no se imaginaban algo como David de María; unos amantes del Pink Floyd pre-Dark Side y vegetarianos, otros alcohólicos de concierto (en concierto). El Day Jazz mantenía alejados al resto de habitantes del Gotic (y digo habitantes puesto que no eran clientes de nada, de ninguno de los bares de la zona), es decir, jubilados, estudiantes-trabajadores sin beca-subvenciones, parados en activo, yonquis ex post-hippies, y algunos inmigrantes, mediante la efectiva taquilla y los 15 euros hirientes que daban derecho a entrar y ver el espectáculo. A cambio, un cartel que marcaba tendencias en Barcelona.

-         No seas roñoso, hombre, ya no se tiene que invitar a las mujeres. Quince euros te los gastas en calcetines. Si no quieres no te tomas nada, melón, pero te aviso de que están atentos. Bueno, te piden amablemente que consumas.
-         Entonces vamos con Andrea, y de tías, al menos, la salmantina y quizá alguna otra, ¿no?
-         That’s right!

            Como dulces adolescentes, los treintañeros sensibles que de nuevo o aún estabansolteros, maldecían tres semanas sin sexo, o tres días en épocas gloriosas que siempre fueron en verano. Del otoño a la primavera, eran abrigos opacos, mucho trabajo, cine y lecturas. O eran parejas ocasionales que duraban lo suficiente para no ponerse serias.

            La salmantina esperaba la llegada de su amiga, el novio de ésta  y algún amigo. Compartía con Andrea un pequeño despacho y traducciones de chino vertido a español, sobre todo tipo de objetos que luego se vendían en las tiendas, o sobre reuniones de grandes empresarios con visiones. De momento, no había recibido ningún encargo del Gobierno, que solía ser más interesante. Había vivido en Beijing, donde compró un precioso vestido que ella lucía ahora tan bien como hacía cinco años, de un  rojo y un corto perfectos. El pelo rubio, nariz y labios delgados, así como sus brazos, armonizaban con sus piernas y tacones. Algo en su mirada advierte de que sabe: hay que trabajárselo mucho para llamar su atención.

Y era  eso lo que su mirada expresó cuando Andrea llegó con su novio Andrés y el amigo de éste, que torpemente la observaba y pronunció con la voz engolada, antes de presentarse:

-         Nos hemos tomado unas cañas antes
-         Pero, ¿tú eres?
-         Ramón, me llamo Ramón

            Mal nombre para tener frenillo, y llegamos tarde, pensó Alba, que se adelantó al resto para coger a Andrea por el brazo y avanzar hacia la taquilla. Espacioso, el Day Jazz ofrecía una elegante fragancia como solo puede conservarse en lugares con techos altos y ambientador. Una camarera los emplazó hacia una mesa para cuatro donde verían a medias a los músicos.

1 comentario:

  1. Pincho
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    Grande!! Una pizca de dolor melancólico, de pasión por la música, de la necesitad del contacto, de crítica al abandono personal, a la sociedad, a la vanguardia cultural y a lo pseudointelectual. Radiografía de la urbe, ecografía neurológica.

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