A MODO DE INVENCIÓN. PRESENTACIÓN

Aquí comienza una aventura fascinante: la aventura del saber. Ese saber que no necesita justificación ni finalidad, y que proporciona, para lo que lo saborean, un inmenso placer. Un saber que es un modo de vida, y que es más importante que los conocimientos que aporta. "Corazón tiene el que mira el abismo, pero con orgullo", decía Nietzsche. Así que... ¡Atrévete a saber!


jueves, 18 de noviembre de 2010

Ofrenda Flamenca

Vibrando empieza siempre el alma insuflada de flamenco, y un suspiro es su respuesta ante el envite del aire en sus pulmones. Dicen que el cantaor suspira en dos veces: toma impulso, aliento de vida, llenándose primero; y se vacía después con una estrofa rotunda y sentenciosa, llena de melancolía y celebrante:
De azúcar y nata
fueron tus besos.
No lo esperaba.

Después, como en todo suspiro, el alivio.

Siempre me he preguntado qué siente un extranjero, o alguien ajeno al flamenco, qué ocurre en su conciencia, cuando topa por primera vez en su vida adulta con esta música (y digo topa como ante un muro porque no hay duda de que el flamenco no deja indiferente, se arroja ente los ojos), ¿será algo exótico, con olor a desierto? ¿un ritmo irrenunciable como el rock and roll? Debe ser algo formidable esa sensación para mí desconocida, para muchos, inolvidable.

Como una prolongación de la vida, o una expresión de ésta, flamenco aúna sin contradicción lo alegre y lo triste, la quietud y el frenesí, lo amargo del recuerdo y lo sabroso del olvido y al contrario, en un espacio donde nadie teme expresar lo que siente, el pathos de la existencia, lo justo de la venganza. ¿Quién no pasa del llanto a la euforia, de la euforia al llanto, en muchos momentos de su vida? ¿quién no viene y va del caño al coro? Nadie. Igual disfrutamos una Debla y después una Alegría. Con ellas, regamos las raíces de un mismo árbol, la vida.

Por eso el flamenco, declarado o no, para nosotros, es matrimonio.

6 comentarios:

  1. Pues fíjate por dónde ya tienes un lector. Y eso que yo de flamenco justito, pero me parece que está muy bien escrito. Así que si te hace falta el aliento de los lectores para seguir en la brecha, ahí va el mío: Ahhhhhhhh (va calentito porque estoy en Marbella, jejej). Abrazo. Pepo

    ResponderEliminar
  2. ooooop! ¡lo pillé!

    Gracias Pepo por alentarme, nunca mejor dicho, y estar ahí. Es más, me obliga a vigilar mis textos y atender tus consejos, siempre receptivo. Un abrazo fuerte, Rubén

    ResponderEliminar
  3. Como ya he aprendido a hacer comentarios, hacía tiempo que quería paner uno aquí...esto es presssioso Sr. de Vera.

    ResponderEliminar
  4. Como tentativo de cantaor que me siento, te debo decir que me ha llegado el texto. Aunque lo de suspirar dos veces no lo veo... muy bonito literariamente, pero quizás, tal y como yo lo percibo en mis carnes, cuando me pongo a cantar, el cante es un ejercicio de respiración en tres tiempos: la toma de aliento, el suspiro conciso (ahí si lo has clavado) y la fatiga que queda en el cuerpo (si con el cante has estado inspirado). Por añadir algo, vamos, porque lo he disfrutado mucho.

    ResponderEliminar
  5. Yo mejor no lo podría haber dicho. Con probabilidad mi mayor frustración es no saber (no tener voz para) cantar, y me cuesta incluso imaginar cómo uno se queda después de ciertos cantes. Pero eso me da una ventaja, creo: nunca termina de saciarme, y la admiración por los cantaores/as es infinita y siempre nueva, sorprendente. Como la comida cuando hay hambre. Ese tercer suspiro es para mí...en fin, ¡que yo mejor no lo podría haber dicho! Besos Juan

    ResponderEliminar